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Criar niños sin pantallas en el siglo XXI, un desafío en un mundo hiperconectado

La exposición prolongada a pantallas tiene efectos sobre el desarrollo de los menores.

Habían pasado casi 18 meses de completa oposición a las pantallas. Sin embargo, como todo padre primerizo, ya exhausto por la falta de tiempo para uno mismo, sucumbir a las bondades tecnológicas no fue difícil. Y es que de un momento a otro, uno se ve inmerso en un universo donde tiburones bailan bajo el agua y un gallo canta al son de un granjero llamado Zenón. La primera vez que pasó lo hice para que ella estuviera tranquila mientras yo intentaba trabajar en algo rápido.

La magia la cautivó. El sistema había funcionado y algo que empezó como una salida terminó por ser una rutina en la que ambos nos beneficiábamos.

Un día, después de compartir la idea con algunos amigos y familiares, llegaron las siempre gratuitas advertencias. Unos me decían que “una pantalla no haría daño” y otros me aseguraban que podía causarle problemas graves de desarrollo.

Siendo este un tema con diversas opiniones, decidí investigar más sobre el tema. Específicamente sobre los efectos de la exposición prolongada a pantallas en niños pequeños.

Un contexto difícil

La decisión de criar a un niño sin pantallas en el siglo XXI no es tan sencilla. En una sociedad donde la tecnología está en todas partes, mantenerse firme contra el uso de dispositivos digitales se convierte en una tarea que implica una resistencia constante. No se trata solo de prohibir que un niño o niña tenga acceso a una tablet o un celular, sino de ser consciente de cómo yo mismo manejo mis propios dispositivos.
En algunos foros donde se discuten estos temas, especialistas hacen retórica sobre cuántas veces son los mismos padres quienes revisan sus celulares mientras los niños juegan, instaurando desde ese momento una importancia tácita a la tecnología en el desarrollo del niño. Teniendo en cuenta esto, finalmente, ¿somos nosotros los reales responsables del apego que los niños tienen a las pantallas hoy en día?


Nathaly Zúñiga, psicóloga especialista en niños y adolescentes con trastornos del neurodesarrollo, explica que los primeros años de vida son un período crítico para el desarrollo cerebral. “El campo de la atención es una de las más afectadas. La capacidad para presentar atención por tiempo prolongado a un estímulo les hará cansarse más rápido, la retención de información también se ve afectada, el memorizar información y seguir secuencias son una de las muchas áreas que están comprometidas”, señala.

Niños sobreestimulados

La psicóloga menciona que, al estar expuestos constantemente a la estimulación digital, los niños pueden desarrollar dificultades para mantener la atención y establecer vínculos sociales, ya que no aprenderán a observar o responder a los gestos y expresiones de quienes los rodean.
“El abuso de pantallas genera un aislamiento en los niños. También el preferir ver una pantalla sobresalir a jugar o realizar actividades al aire libre genera que las habilidades sociales a desarrollarse sean bajas o inexistentes, como consecuencia la interacción con otras personas en cualquier etapa de su vida no serán las más óptimas”, dice Zúñiga.

Los estudios que analizan el impacto de la exposición a pantallas en la infancia respaldan esta posición. De acuerdo con investigaciones de la Academia Americana de Pediatría (AAP), los niños menores de dos años no deben tener acceso a dispositivos digitales. La razón radica en que, durante esta etapa, el cerebro está formando conexiones neuronales fundamentales que son fortalecidas principalmente a través del juego no estructurado y la interacción social.

Un niño que observa una pantalla por largos períodos recibe estímulos visuales y auditivos que su cerebro aún no puede procesar adecuadamente, y esto puede afectar su capacidad de concentración y, en el largo plazo, impactar su desarrollo cognitivo y social.

La recomendación de la AAP no es arbitraria y es respaldada también por el neurólogo pediatra Mauricio Pedersoli, quien es pionero en la descripción y divulgación de trastornos neurológicos asociados al uso de las pantallas en Argentina, además de autor de diversos estudios sobre el tema.

“La sobreexposición a pantallas está generando un desastre en términos de lo que es el neurodesarrollo de los niños, con una gravedad que quizás todavía no tomamos dimensión”, explica Pedersoli en torno al uso de las pantallas en menores de edad, advirtiendo además que un uso desmesurado podría privar a un niño de experiencias sensoriales claves en su desarrollo.

La sobreexposición a pantallas está generando un desastre en términos de lo que es el neurodesarrollo de los niños, con una gravedad que quizás todavía no tomamos dimensión

Mauricio Pedersoli
Neurólogo pediatra

“Como concepto general, mirar las pantallas, a un menor de edad, le impide exponerse a experiencias sensoriales que le permiten que su cerebro se desarrolle con normalidad”, resalta el neurólogo pediatra.
Por su parte, Zúñiga menciona que, al observar casos de niños expuestos de forma continua a pantallas, ha notado una tendencia a la sobreestimulación y el desarrollo de comportamientos impulsivos. “El uso prolongado de pantallas en cualquiera de sus formas y sin la supervisión de un adulto genera en los niños una sobreestimulación donde muchos de ellos presentarán complicaciones cognitivas en el desarrollo de su atención”, indica la especialista y agrega que esto incluso puede afectar su salud mental.

“Encontraremos indicadores emocionales de ansiedad y en muchos de ellos depresión, poca tolerancia a la frustración, conductas inadecuadas para conseguir aquello que se proponen e intereses cambiantes de corto plazo”, advierte Zúñiga.

Según la especialista, este tipo de problemas se ha vuelto cada vez más común en los últimos años, especialmente entre los niños que pasan horas al día frente a un celular o una tablet. Incluso ha observado casos de menores que, al ser privados de las pantallas, experimentan episodios de irritabilidad y ansiedad, ya que la tecnología había sido su principal forma de entretenimiento y, en algunos casos, una herramienta de autoconsuelo.

El mito del autismo

Otra tendencia que se suele oír cuando un menor de edad se expone a pantallas es la idea de que esto podría estar relacionado con el desarrollo del autismo, lo cual ha causado alarma en muchos padres. Sin embargo, Zúñiga aclara que este es un mito sin sustento científico. “Basado en mi experiencia, muchas evaluaciones para el diagnóstico tienen una gran carga social, es decir, la interacción está muy presente y entiendo que una exposición excesiva a las pantallas como hemos estado conversando genera dificultades en el área social, emocional y cognitiva”, señala la psicóloga.

“Si colocamos a estos niños con indicadores bajos por exposición de pantallas en estas pruebas, claramente ellos podrían ser diagnosticados con autismo; sin embargo, el diagnóstico para autismo es una evaluación profunda y que debe realizarse por experto. En mi experiencia, antes de brindar un diagnóstico como definitivo, siempre recomiendo a los padres asistir a terapia y luego hacer una reevaluación”, afirma.

La psicóloga añade que, si bien las pantallas no causan autismo, sí afectan la capacidad de los niños para desarrollar habilidades sociales al reducir las oportunidades de interacción en la vida real. Esta es una postura que comparten diversas oenegés relacionadas a autismo en Perú, que han estado firmes respecto a este mito que estigmatiza el uso de pantallas en menores con autismo.

El neurólogo pediatra Mauricio Pedersoli resalta la importancia de la socialización desde temprana edad, hoy en día afectada por la exposición temprana a la pantalla en niños. “El juego estimula el desarrollo de la corteza prefrontal que hace que tomen buenas decisiones, tenemos que hablar, interactuar, leerles un cuento y jugar al aire libre”, recomienda el médico argentino.

Esta situación también es evidente en el ámbito educativo. María Pilar Flores, una maestra de preescolar con más de dos décadas de experiencia, comenta que en los últimos años ha observado una disminución en las habilidades de lenguaje y concentración en sus alumnos más pequeños. “Cada vez llegan más niños que no pueden mantener la mirada o tienen problemas para comunicarse. Algunos incluso no saben cómo jugar con otros niños sin discutir o pelear. Muchas veces entre colegas lo vinculamos a casos de autismo, por lo que recomendamos a los padres a visitar a un psicólogo”, comenta Flores.

La maestra sospecha que el aumento en el uso de pantallas tiene que ver, pues los estudiantes con mayores problemas de concentración son los que en actividades escolares suelen tener una pantalla en frente como medio de consuelo. Es eso y también que ha notado que los niños que pasan menos tiempo frente a dispositivos suelen estar más dispuestos a interactuar y participar en las actividades escolares.

Enfrentar a la pantalla

Si bien el problema es grande y los daños también lo son, tanto la AAP como la Organización Mundial de la Salud (OMS) han propuesto recomendaciones específicas en torno a este tema sugiriendo limitar la exposición de los niños a una hora al día para aquellos que tienen entre dos y cinco años, y proponiendo que este tiempo sea compartido con un adulto que pueda explicar y contextualizar lo que están viendo.
Además de ello, estas organizaciones también enfatizan la importancia de un ambiente de juego libre de pantallas, donde los niños puedan manipular objetos reales y desarrollar habilidades motoras y cognitivas de manera natural. Esta postura busca priorizar el aprendizaje a través de la exploración y la socialización, elementos que no se pueden replicar en una pantalla.

“En este mundo tan acelerado y tecnológico decir que los niños no cojan la pantalla es casi imposible, pero ante las alertas, lo apropiado es que los padres generen actividades no solo de su agrado sino también compartidas, y asistir a terapias, las cuales pueden ayudar a reforzar o mejorar las habilidades”, recomienda Zúñiga.
Mauricio Pedersoli concuerda en que es un camino difícil. “El televisor no viene con un manual de instrucciones que diga ‘esto te puede divertir un rato, pero te puede hacer adicto y te puede sacar la posibilidad de disfrutar de la familia, de la naturaleza’… Hay que buscar las relaciones interhumanas, mirarse a la cara entre las personas, necesitamos otra persona, no otra pantalla”, aclara.

Y Nathaly Zúñiga concluye que “los niños son como esponjas para absorber todo tipo de información, pero no por ello la única información que reciben debe ser de una pantalla. El salir a jugar, el compartir y hasta aburrirse es información necesaria”.

De este modo, teniendo en cuenta todos los efectos de la pantalla en la mente de una niña que está pronto a cumplir los dos años de edad, siento que la decisión de evitar las pantallas para mi hija no han sido más que una medida protectora y hasta instintiva de mi parte. Criarla lejos de las pantallas no es fácil y, en ocasiones, me pregunto a mí mismo si la decisión es sostenible. Pero también sé que esta etapa es corta y que quizás, más adelante, ella agradecerá haber crecido con la oportunidad de explorar el mundo a través de sus sentidos y no a través de un dispositivo. Porque, al final, las experiencias más valiosas en la vida son aquellas que podemos percibir con todo nuestro cuerpo y no solo con nuestros ojos.

Artículo tomado de: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/criar-ninos-sin-pantallas-en-el-siglo-xxi-un-desafio-en-un-mundo-hiperconectado-3433558

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